La pintura puede serlo todo. Puede ser una claridad solar en medio de un soplo de viento. Puede ser una nube de tormenta. Puede ser la huella del pie de un hombre en el camino de la vida, o un pie que ha golpeado el suelo –¿por qué no?– para decir “¡basta!”. Puede ser un aire dulce del alborada, lleno de esperanzas, o un aliento agrio que despide una cárcel. Puede ser las manchas de sangre de una herida, o el canto en pleno cielo azul, o amarillo, de todo un pueblo. Puede ser lo que somos, el hoy, el ahora y el siempre.
Antoni Tàpies (enero de 1967), El juego de saber mirar. Cavall Fort, nº 82.
Antoni Tàpies invita a mirar al mundo desde una perspectiva abierta, crítica y reflexiva. Por este motivo, desde el Departamento de Educación se considera su obra un buen punto de partida para la práctica educativa.
Desde el Museu Tàpies entendemos la educación como un proceso para la producción de conocimiento a través del arte y de forma colectiva, porque, como dice la filósofa Marina Garcés, la educación es una invitación a pensar en común.
Ante las crisis actuales, hay que reafirmar la función social del museo y la dimensión política de los procesos educativos: el arte y la educación son espacios para cuestionar la realidad que nos rodea, acercarse al hecho desconocido e imprevisto, y favorecer las relaciones y los vínculos. En este sentido tenemos presente el modelo de las pedagogías libertarias catalanas, como la de la Escuela Moderna de Francesc Ferrer i Guàrdia, en la que la acción pedagógica y el cambio social iban de la mano.
Tomando como referente las palabras de Juana M. Sancho, la educación debería permitir a los alumnos y docentes “encontrar su propio sentido, conocerse, conocer al otro y el mundo que nos rodea, no para explotarlo a su conveniencia, sino para respetarlo y para fomentar el bien común”.
El arte en sí mismo no es educativo. El valor pedagógico del arte radica en los procesos educativos que se organizan a su alrededor. El Departamento de Educación conceptualiza acciones y proyectos dirigidos a un público diverso y vela por que el museo sea un lugar inclusivo y acogedor. La razón es que el museo debe incluir potencialmente a todo el mundo y debe ser un espacio colectivo que sepa recoger las demandas y aportaciones de la comunidad.